La calidad del aire, o mejor dicho su degradación o
contaminación, es el resultado de fenómenos complejos derivados de una
pluralidad de causas y efectos asociados, en general, a la actividad humana y a
la emisión de contaminantes a la atmósfera.
Teniendo en cuenta sus importantes efectos en la salud y el
medio ambiente, un aire limpio se ha convertido en un objetivo prioritario de
la política ambiental y de las estrategias de desarrollo sostenible, ya que es
un factor determinante de la calidad de vida y que se percibe como una demanda
social creciente.
La calidad del aire en las ciudades en España dista mucho de
ser satisfactoria. Hay que hacer notar que ésta ha mejorado en términos
absolutos. Las causas de esta mejora son una reglamentación más estricta, una
gran salida de las industrias de las ciudades y otras mejoras técnicas. Sin
embargo, no todas las mejora técnicas han conducido a una mejor calidad del
aire, un ejemplo claro es el de los motores diesel, que aunque más eficientes,
son más contaminantes en cuanto a partículas. En todo caso, el aumento de los
volúmenes de tráfico rodado ha sido tan alto que sus efectos han neutralizado
en gran parte la efectividad de las mejoras técnicas y la nueva normativa. La
situación de la calidad del aire, en lo que se refiere a la concentración de
dióxido de azufre (SO2), ha evolucionado muy positivamente en España y la
tendencia es hacia una continua disminución de las emisiones de SO2. La
principal medida que ha contribuido a este descenso ha sido la sustitución y
mejora de la calidad de los combustibles empleados en la industria, el
transporte y, sobre todo, la producción de energía.
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